26 jun 2012

La semana que el Sol tocó la Tierra [Detallado 6]


Este artículo lo he leído en ars technica, el cual me pareció interesante y he tratado de traducir de la manera más fiel posible. Creo que merece la pena.



El Evento Carrington


Se aproximaba el medio día del 1 de Septiembre de 1859, y el astrónomo británico Richard Christopher Carrington estaba ocupado con su pasatiempo favorito: rastrear manchas solares, esas enormes regiones del sol oscurecidas por cambios en su campo magnético.  Para ello proyectaba la imagen del Sol a través de un dispositivo de visualización sobre una placa de vidrio teñida de un color amarillo pálido, que resultaba en una imagen del Sol de apenas un pie (unos 30cm) de diámetro.

El trabajo de la mañana ocurrió con normalidad. Carrington pacientemente contaba y clasificaba las manchas, midiendo los tiempos en los cambios de sus posiciones con un cronómetro. Entonces vio algo inusual.

Dibujo de las manchas solares de Richard Carrington, 1859. Las manchas brillantes estan señaladas en A y B.


Dos manchas de luz blanca y muy brillante estallaron”, escribió más tarde. Carrington se preguntó sobre los flashes. “Mi primera impresión fue que por alguna casualidad, un rayo de luz hubiera penetrado  por un agujero en la pantalla pegada al objeto de vidrio” explicaba, y por tanto “el brillo era exactamente igual que el de un rayo directo de luz solar”.

El astrónomo quiso comprobar su teoría, moviendo un poco el equipo. Para su sorpresa, las manchas blancas permanecían apareciendo. Dándose cuenta que era un “testigo sin conocimiento suficiente de un hecho muy diferente”, Carrington salió de su estudio corriendo para buscar un segundo observador. Pero cuando trajo a esa persona de vuelta, estuvo “avergonzado de encontrar” que las secciones brillantes “habían cambiado mucho y se habían debilitado”.

“Poco tiempo después la última traza había desaparecido” escribió Carrington. Siguió controlando esa región durante una hora, pero no vio nada más. Mientras tanto, la explosión energética que él había observado se precipitaba hacia él y hacia todos los demás habitantes de la Tierra.



Mejor que las baterías


Golpeó deprisa. Doce horas después del descubrimiento de Carrington y a un continente de distancia, “Estábamos en lo alto de las Montañas Rocosas durmiendo al aire libre” escribió un corresponsal de The Rocky Mountain News. “Un poco después de media noche, nos despertó la luz de la aurora, tan brillante que uno podría leer tinta corriente”. Mientras el cielo se iluminaba más y más, algunos comenzaron a preparar el desayuno pensando equivocadamente que se acercaba el amanecer.

A lo largo de Estados Unidos y Europa, los operadores de telégrafos peleaban por mantener el servicio funcionando mientras las ráfagas electromagnéticas envolvían el planeta. En 1859, el sistema de telégrafo americano cumplía alrededor de 20 años, y Cyrus Field acababa de construir su cable transatlántico desde Newfoundland hasta Irlanda, que no consiguió transmitir mensajes hasta la Guerra Civil Americana.

“Nunca en mi experiencia de quince años trabajando en líneas de telégrafo había sido testigo de algo como este extraordinario efecto de las auroras boreales entre Quebec y Farther Point la última noche”, escribía un jefe de telegrafistas en Rochester Union & Advertiser el 30 de Agosto:

La línea se encontraba prácticamente en perfecto estado, y los operadores bien entrenados trabajaron sin descanso desde las 8 de la anterior noche hasta la 1 de esta mañana para conseguir entender  400 palabras del informe de un barco de vapor de la India para Associated Press, y a última hora, los cables estaban tan afectados por la Aurora Boeral, que era imposible comunicarse entre estaciones de telégrafo, por lo que la línea tuvo que ser cerrada.

Pero la siguiente transcripción recogida en el periódico de un par de operarios de telgrafo entre Portland y Boston es aún más sorprendente; algunos valerosos telegrafistas improvisaron, dejando a la tormenta hacer el trabajo que sus trastornadas baterías no podían completar:

Operador de Boston – “Por favor, desconecte su batería completamente de la línea durante los próximos 15 minutos”

Operador de Portland –“En seguida. Ya  está desconectada”

Boston – “La mía también, estamos trabajando con la corriente de la aurora. ¿Cómo recibes mis mensajes?”

Portland –“Mejor que con nuestras baterías conectadas. La corriente va y viene gradualmente.”

Boston –“Mi corriente es muy intensa a veces, y podemos trabajar mejor sin baterías, la Aurora parece neutralizar y aumentar nuestras baterías alternativamente, haciendo la corriente demasiado fuerte para nuestros relés magnéticos.

Trabajemos sin las baterías durante un tiempo, mientras estemos afectados por este problema”

Portland – “Muy bien, ¿debo continuar con nuestros asuntos?”

Boston – “Sí, adelante.”



Telegrafistas alrededor de Estados Unidos informaron sobre experiencias similares. “El cable trabajaba alrededor de dos horas sin las baterías habituales gracias a la corriente de la aurora, funcionando mejor que con las baterías conectadas”, mencionaban en el Washington Daily National Intelligencer. “¿Quién puede ahora refutar la teoría de que las Auroras Boreales están causadas por la electricidad?” se preguntaba el Washington Evening Star.




Sin embargo, trabajar con líneas de telégrafo alimentadas por la corriente solar demostró ser arriesgado en algunas ocasiones. Mientras el cielo se llenaba de luz, el telegrafista de la costa este Frederic Royce peleaba por enviar sus mensajes a Richmond, Virginia, mientras su mano descansaba en la placa de hierro de su equipo. Distraído con los indicadores, dejó conectado el equipo “sonoro”, que indicaba por audio si el circuito estaba conectado o no. Al mismo tiempo, su frente tocó el cable de tierra.

Inmediatamente, recibí una extremadamente intensa descarga eléctrica que me dejó paralizado por un instante”, escribió Royce en el New York Times. “Un hombre mayor que estaba sentado en frente mía, pero a unos pocos pasos de distancia, dijo que vio una chispa de fuego saltar desde mi frente”.

La noche del descubrimiento de Carrington, el huracán eléctrico que había barrido el planeta tuvo su momento álgido. La Gran Tormenta de la Aurora en realidad había comenzado días antes con un incidente similar el 28 de Agosto, pero fue Carrington y otro astrónomo, Richard Hodgson, quien identificaron una de las erupciones  solares que envolvió la Tierra en un remolino magnético durante una semana . Por su trabajo, el episodio fue bautizado como el “Evento Carrington” y mantuvo la atención del planeta durante una semana.



Una furiosa llamarada roja


En la ciudad de Nueva York, San Francisco, Boston y Chicago, miles de mirones del cielo vagaban por las calles a medianoche, asombrados de lo que podían observar. “Grupos de gente se reunían en las esquinas, admirando y comentando el singular espectáculo celeste”, observaba el New Orleans Daily Picayune. Cuando el 1 de Septiembre la aurora “estaba en su máximo brillo, los cielos del norte estaban perfectamente iluminados”, escribía un reportero del New York Times. Continuaba:

En ese momento casi todo el cielo del sur parecía una furiosa llamarada roja, brillando al sudeste y sudoeste. Nubes de amarillo y naranja estallaban y se cruzaban unas con otras, como bayonetas sobre una pila de armas, en el espacio entre las constelaciones Aries, Tauro y la cabeza de la medusa, unos 15 grados sur del zenit. De este modo, cambiando de forma, y cambiando rápidamente de rojo a naranja, de naranja a amarillo, de amarillo a blanco y vuelta de nuevo al brillante rojo, la magnificente gloria de la aurora continuaba sus grandes e inexplicables movimientos hasta que la luz de la mañana superó la potencia de la radiación, que desapareció entre los rayos del sol naciente.

Descripciones populares del espectáculo aparecieron por todas partes. Lo que reflejan la mayoría de estos informes es el asombro, la sorpresa e incluso el placer que la gente experimentó durante esa semana – seguido del gran impacto de darse cuenta de lo cerca que está nuestro planeta de su indispensable estrella.



Un periodista del Cincinnati Daily Commercial escribió:

Después, esas extrañas llamaradas cubrieron el cielo por completo – separándose en nubes, reuniéndose en el zenit, y formando un glorioso toldo- luego difuminándose como vapor, arrojando sobre todas las cosas una suave radiación; de nuevo, a lo largo del cielo olas de luz revoloteaban, como una onda casi indistinguible producida por una ráfaga de brisa sobre un lago; un pálido verde cubría ahora la mitad del firmamento desde el este, mientras el carmesí procedía del oeste

Y así ocurrió alrededor de todo el planeta, el cielo era de un “rojo sangriento” escribió el New York Herald. La tormenta produjo “un hermoso halo, y en otro período, tuvo un efecto como si nubes de materia de nebulosa como polvo de estrellas cayera del zenit”, escribía el Hobart Town Mercury desde Tasmania.

Algunos tomaron una aproximación más pragmática:

Por muy extraño que pueda parecer, un hombre ha matado tres pájaros con un arma ayer por la mañana alrededor de la 1 [de la madrugada], una circunstancia que quizás no se haya dado nunca antes. Los pájaros fueron cazados mientras la hermosa aurora boreal estaba en su momento más álgido, y estas especies madrugadoras, fueron, sin lugar a dudas, despistadas por la brillante apariencia que las rodeaba, saliendo  inocentemente, pensando que era de día.



Una Golondrina


¿Qué pensaba la gente en 1859 sobre este espectáculo solar? Los científicos han estado observando las manchas solares y otros fenómenos gracias al telescopio desde los días de Galileo. A lo largo de la segunda mitad del siglo diecinueve empezaron desde cero en relacionar los eventos solares con las tormentas geomagnéticas. Como el historiador espacial R. A. Howard señala, estas discusiones continuaron durante la década de 1940, y llevaron a la identificación de Eyecciones de Masa Coronal (CME) – inmensas explosiones de masa y energía del campo magnético del Sol, provocadas por la ruptura y reconstrucción de las líneas del campo magnético solar.  Instrumentos espaciales orbitando alrededor del Sol fotografiaron CMEs en los años setenta - documentando la expulsión de materia desde el Sol.

En los meses poco después del incidente, periódicos y revistas científicas encontraron otras posibles causas. Scientific American apuntaba a escombros cayendo de volcanes activos, el San Francisco Herald teorizaba sobre “materia nebulosa” de “espacios planetarios”, y el Harper’s Weekly lo justificaba como reflejos de lejanos icebergs.

En cuanto a Carrington, modestamente advirtió contra “toda prisa de conectar” lo que él había visto con los dramáticos eventos de la semana.
Una golondrina no hace el verano



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